La visión bíblica misionera


La visión bíblica misionera
Por: Dr. Félix Muñoz


"Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre - Hch 13:1-4 RVR)".

Es entusiasmante considerar cómo un pequeño grupo de insignificantes discípulos viviendo en un oscuro rincón del mundo fueron imbuidos de una gloriosa visión para la evangelización del mundo y cómo la llevaron a cabo. Cada uno de ellos se sintió directamente involucrado en esta tarea y se dio a ella sin reserva.

Mucho del evangelismo era llevado a cabo por creyentes locales en relación con sus deberes cotidianos. Testificaban personalmente del evangelio en sus propios vecindarios. Además, los apóstoles y otros viajaban de país en país, predicando el evangelio y plantando iglesias. Iban de dos en dos o en grupos mayores. A veces un hombre más joven iba con otro de mayor edad, como en el caso de Timoteo y Pablo.

Básicamente, había dos métodos el evangelismo personal, y el evangelismo en masa. En relación con esto último, es interesante observar que la mayor parte de las predicaciones eran improvisadas y ocasionadas por alguna situación o crisis local. Casi todas las predicaciones que tuvieron lugar tal como se registra ahí (en Hechos) se hicieron bajo circunstancias que impedían cualquier posibilidad de que el predicador preparase su discurso; cada una de estas ocasiones fue inesperada.

Su predicación no era la actuación de una hora, sino el rebosamiento de una vida. Los apóstoles y sus asociados eran conducidos por el Espíritu Santo, pero esta conducción era a menudo confirmada por su iglesia local. Así, leemos que los profetas y maestros en Antioquía impusieron las manos sobre Bernabé y Pablo y los enviaron en su Primer Viaje Misionero (Hech. 13:2). De nuevo leemos que Timoteo obtuvo la confianza de los hermanos en Listra e Iconio antes de emprender viaje con Pablo (Hech. 16:2). Y Pablo y Silasfueron encomendados a la gracia de Dios por la iglesia en Antioquía antes del Segundo Viaje Misionero (Hech. 15:40).

Se enseña comúnmente que su estrategia geográfica era ir a ciudades grandes y plantar iglesias, para que luego estas iglesias evangelizasen el territorio circundante. Esto es quizá una excesiva simplificación. Básicamente, la estrategia que seguían era seguir la conducción del Espíritu Santo, fuese a ciudades grandes o pequeñas. El Espíritu Santo llevó a Felipe del avivamiento en Samaria a un hombre solitario en el camino a Gaza (Hch. 8:26–40). Y llevó a Pablo a Berea (Hch. 17:10), que Cicerón menciona como una «ciudad arrinconada». Francamente, no vemos en el Libro de Hechos ninguna estrategia geográfica inflexible. Más bien, vemos al soberano Espíritu moviéndose según Su beneplácito.

Se establecían iglesias allí donde la gente respondía al evangelio. Estas asambleas daban permanencia y estabilidad a la obra. Tenían su propia capacidad de gobierno, financiación y propagación. Los apóstoles volvían a visitar las congregaciones para fortalecer y alentar a los creyentes (Hech. 14:21–22; 15:41; 20:1–2) y para designar ancianos (Hech. 14:23). En sus viajes misioneros, a veces los apóstoles y sus asociados se autofinanciaban (Hech. 18:3; 20:34); a veces eran apoyados por donaciones de iglesias e individuos (Fil. 4:10, 15–18). Pablo trabajaba para proveer no sólo para sí mismo, sino también para los que estaban con él (Hech. 20:34).

Aunque fueron encomendados a la gracia de Dios por su iglesia local, y apoyados por iglesias locales, sin embargo no estaban controlados por iglesias locales. Eran los libres agentes del Señor para declarar todo el consejo de Dios y sin retener nada que fuese provechoso (Hch. 20:20). A la conclusión de sus viajes misioneros, volvían a su iglesia de base e informaban acerca de cómo el Señor había obrado por medio de ellos (Hech. 14:26–28; 18:22-23). 

Ésta es una buena pauta para ser seguida por todos los misioneros en cada época de la iglesia.

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